Ahora que sabemos que somos vulnerables

Artículo de opinión de Carmen López, abogada y ex presidenta de AJE Galicia, sobre la crisis del coronavirus
Como si de repente nos hubiésemos convertido en figurantes de una película apocalíptica, la consciencia de nuestra vulnerabilidad se ha plantado en nuestro día a día, podría haber pasado hace años con el virus del ébola o en el seno de una guerra biológica, pero ha sido con un acto cotidiano como hemos descubierto que estábamos tan expuestos como un trapecista sin red.
Una acción aparentemente intrascendente en un mercado de comida de una ciudad remota tarda escasos meses en poner en jaque nada menos que a una parte importante de la geografía mundial de una forma que no podríamos sospechar ni en nuestras pesadillas más distópicas.
Es el efecto mariposa de Lorenz en su versión del S.XXI, un aleteo en Wuhan que provoca un tornado en nuestras respectivas ciudades, en nuestras propias vidas. Ninguna acción, por pequeña que parezca, es inocua en un sistema en el que las circunstancias económicas, productivas y sanitarias de un país pueden convertirse en el primer movimiento de un dominó universal fatal.
La pregunta está en el aire, ¿cómo afectará esto a nuestro mundo?
Alguien me dijo una vez que nuestra capacidad de olvidar es un analgésico para nuestras almas, esto también pasará, sin embargo, de alguna forma, el mundo nunca será como antes o, al menos, nuestro mundo particular ya nunca será exactamente igual que el que era. Para muchos porque este terrible virus se ha llevado o se llevará algún ser cercano por delante, terrible, y para todos porque esta pandemia nos ha enfrentado a un peligro que hasta ahora no habíamos incluido en nuestro catálogo particular de miedos.
Pero ¿qué sucederá desde un punto de vista macro?
En este plano, llegará el momento de reflexionar, será cuando la tormenta haya pasado, entonces llegará el tiempo de buscar mecanismos que corrijan este “agujero de seguridad” que se ha puesto de manifiesto. La globalización tenía cara B, lo sabíamos, pero no imaginábamos hasta que punto esta podía ser letal. Hasta qué punto nos había hecho vulnerables.
La tormenta nos está mostrando que no somos ajenos a las condiciones de vida del resto de países, ni a sus medidas de seguridad ni, especialmente, a sus sistemas sanitarios. Todos fuimos China a pesar de que no lo supimos ver, parecía tan lejano entonces… Todos somos Italia, todos son ahora España, todos somos Madrid, todos somos Cataluña…
Ni siquiera tener dinero en nuestras arcas ha servido para dotar a nuestros sanitarios y trabajadores de los productos más básicos para llevar a cabo sus funciones en los momentos críticos, ni a nuestros mayores de los respiradores que necesitan para vivir.
Cuando todo esto pase no será suficiente con un “día de” y un monumento a los “héroes anónimos”, serán tiempos para reflexionar y reajustar nuestra forma de entender la globalización. Cuando todo esto pase, ya habremos visto el precipicio y aunque volvamos a “zona segura” esta experiencia ya estará para siempre en nuestra mochila.
El mundo nunca será como antes, quizá el mundo ya no deba volver a ser como antes, ya no lo podremos olvidar y quizá deba ser así.