
Xoán Vázquez Mao, secretario general del Eixo Atlántico, publica un artículo ed opinión en El Diario de Pontevedra y El Progreso analizando los resultados de las eleccioens municipales de Portugal
Pocas novedades aporta el análisis de las elecciones municipales celebradas el pasado domingo en Portugal. Pero sí alguna con carácter general. La primera novedad es que Portugal continúa deslizándose por la senda de la inestabilidad en la que entró tras la dimisión de António Costa como resultado de un proceso muy poco transparente y que, a día de hoy en Portugal, personas del mundo político y mediático califican de golpe de Estado encubierto por parte de sectores vinculados con la judicatura.
Bueno, yo no sería tan radical en la definición de lo que ocurrió ni usaría el término lawfare, tan conocido en España en los últimos tiempos; pero sí es evidente que fue un proceso, cuando menos extraño, que incluía confusiones del 'Costa' al que se referían las escuchas telefónicas, y que, como resultado final, provocó la dimisión del primer ministro cuando las escuchas —que tampoco eran acusatorias ni probatorias de ningún delito— se referían realmente a otro Costa: el ministro de Economía.
El presidente de la república, Marcelo Rebelo, que, a diferencia del rey de España, tiene la competencia importantísima de disolver el Parlamento, cometió un error histórico: el hombre que se había propuesto frenar el ascenso de la extrema derecha, con su decisión de disolver el Parlamento y no permitir que el Partido Socialista propusiera otro candidato en virtud de la mayoría absoluta que había conseguido en las urnas hacía un año escaso, forzó unas elecciones cuya principal conclusión fue el ascenso de Chega.
En aquel momento, Portugal entró en una senda de inestabilidad que provocó la caída del Gobierno apenas un año después, la convocatoria de nuevas elecciones y un resultado electoral similar al anterior, pero con la extrema derecha de Chega en ascenso, gracias también a los múltiples errores que cometió en campaña el candidato del Partido Socialista. Aunque de eso quizás en Galicia también sepamos algo… No vendría mal que en España aprendiéramos algo de Portugal y fuéramos poniendo las barbas en remojo.
Llegados a este punto, volvemos a las elecciones municipales, donde una de las principales características ha sido la pérdida de las mayorías absolutas. En este punto, y para quien no lo sepa, conviene aclarar que el sistema electoral portugués no es igual que el español. En Portugal, gobierna el alcalde más votado, aunque sea por un solo voto, lo que no quiere decir que ese alcalde después tenga mayoría absoluta y, por tanto, pueda gobernar cómodamente. Mayoría absoluta tanto en el número de concejales como en la figura que en Portugal sustituye al pleno del Ayuntamiento, que es la Asamblea Municipal, una suerte de Parlamento de la ciudad que en algunos casos tiene más de 100 miembros y que es el que tiene que dar aprobación a los presupuestos o a figuras de planeamiento urbanístico o estratégico. Ciudades como Oporto o Braga entran en una situación de muy complicada gestión política.
Es cierto que la coalición denominada ADE ha conquistado las cinco mayores ciudades del país. Pero lo ha hecho con unas diferencias nimias que, como en el caso de Braga —tercera ciudad del país—, ha sido de alrededor de 200 votos.
A día de hoy, los socialistas han pedido la revisión de algunas mesas electorales porque no están de acuerdo con el recuento, que podría alterar el resultado final.
La segunda conclusión, y la más positiva de todas ellas, es que la extrema derecha se ha desinflado en las elecciones municipales, lo que tiene su lógica en partidos que, como Chega o como Vox, venden un líder y una imagen a nivel de elecciones generales, pero no tienen una estructura de partido que les permita presentar candidatos sólidos a unas elecciones tan complicadas —por lo menos en lo que respecta al norte—, entrar en los ayuntamientos con un concejal y conquistar tres alcaldías de tamaño pequeño al sur de Lisboa.
Por lo que respecta a las ciudades del norte, del Eixo Atlántico, ha habido tres cambios relevantes: Bragança, feudo del PSD, que ha sido conquistado por la exsecretaria de Estado de Cooperación y Desarrollo Regional Isabel Ferreira, del Partido Socialista; Guimarães, feudo desde hace más de 40 años del Partido Socialista, que por primera vez pasa al centroderecha; y Vila Nova de Gaia, que ya fue de centroderecha, los últimos 12 años lo ha sido del Partido Socialista y ahora vuelve nuevamente al centroderecha.
Pero, en todo caso, ninguno de ellos ha sido por razones de carácter político en el sentido de oferta electoral o programática. En los tres casos ha sido por problemas de división interna de los partidos en el gobierno, lo que provocó la pérdida de la alcaldía.
El resto de las ciudades son de la tradicional y habitual estabilidad portuguesa en las elecciones municipales, sobre todo por el sistema electoral de elección directa que impide mociones de censura ni movimientos extraños para descabalgar a quien haya sido elegido por las urnas.
En lo que respecta a Galicia, nada va a cambiar. Ninguno de los nuevos dirigentes, incluyendo al nuevo alcalde de Oporto, va a mantener ninguna posición diferente de las anteriores, si bien es cierto que la desaparición de figuras históricas y muy vinculadas a Galicia, como Ricardo Rio en Braga, puede alterar los liderazgos en la relación con Galicia, que van a pasar a Viana do Castelo, que, con una estabilidad asombrosa, Luis Nobre ha renovado la alcaldía manteniendo además su mayoría absoluta en unas circunstancias muy complicadas y consolidándola como el feudo más sólido y estable del Partido Socialista en estos últimos 30 años.
Por lo tanto, no hay ninguna nube oscura en el horizonte ni ninguna preocupación más allá de las maniobras políticas que Madrid y Lisboa puedan construir y de las cuales Galicia, lamentablemente, siempre seguirá siendo testigo mudo.